Busto en mármol de Adriano. Siglo II. |
Los romanos
trajeron, junto a los demás elementos de su cultura, su moralidad sexual. En la
sexualidad romana era más importante el estatus que la persona. Así, los
hombres podían penetrar a esclavos, eunucos, prostitutos de la misma forma que
a esclavas, concubinas o prostitutas. En cambio, ningún ciudadano de reputación
dejaría que otro hombre lo penetrara, independientemente de la edad o el
estatus. Esta moralidad fue usada por ejemplo contra César, cuyos supuestos escarceos con el rey de Bitinia estaban en boca de toda Roma. En general, en Roma dominaba
una forma de homosexualidad muy similar a la practicada por los griegos.
El lesbianismo
también era conocido, tanto entre mujeres femeninas que compartían el sexo con
otras mujeres sin más, como el tribadismo,
en el que mujeres de aspecto varonil desempeñaban actividades masculinas,
incluyendo la lucha, la caza y la relación con mujeres.
Marco Valerio Marcial, un gran poeta y letrado hispanorromano,
creció y se educó en Bílbilis (próxima a Calatayud), pero pasó gran
parte de su vida en Roma. Allí caracterizó la vida romana en epigramas y
poemas. En una primera persona ficticia habla de las costumbres sexuales y de
recibir felaciones tanto de hombres como de mujeres.
Otro ejemplo
es Adriano, uno de los emperadores
romanos nacidos en Hispania,
concretamente en Itálica (actual Santiponce). Fue emperador del
117 al 138. Tuvo a un famoso amante, Antínoo
o Antonius, al que deificó y en cuyo
honor, tras su muerte accidental en el Nilo, construyó la ciudad de Antinópolis o Antínoe en Egipto.
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