miércoles, 3 de junio de 2015

Abderramán III

Grabado del siglo XIX de Abderramán III
Octavo soberano Omeya de la España musulmana y primero de ellos que tomó el título de califa. Nació en Córdova el 7 de enero de 891 y murió en Medina Azahara el 15 de octubre de 961. Accedió al trono en el año 912, cuando sólo tenía 21, designado por su abuelo para sucederle con preferencia a sus propios hijos; y en el 929 se hizo proclamar califa, rompiendo el último vínculo simbólico que le unía con el califato de los Abasidas.
Dedicó los mayores esfuerzos de su largo reinado a someter el territorio a su autoridad efectiva, sofocando la rebelión de Andalucía (tras la toma de Bobastro en el 928) e imponiéndose por la fuerza a los señores locales semiindependientes. Extendió sus acciones al norte de África, en donde varios jefes rebeldes se declararon vasallos del califa de Córdoba en lugar de acatar el califato autóctono de los Fatimíes; con ello consiguió prevenir las tentaciones expansionistas de los Fatimíes, al tiempo que se apoderaba de plazas costeras tan importantes como Tánger, Ceuta y Melilla.
También combatió contra los reinos cristianos del Norte, aunque con suerte desigual: fue derrotado por los leoneses en San Esteban de Gormaz (917), venció a leoneses y navarros en Mudania (918), en la campaña de Muez (920) y en Irati (924), volvió a perder y estuvo a punto de morir en la «batalla del foso» de Simancas (939)..., pero en conjunto puede decirse que las fronteras permanecieron seguras durante este reinado, y que incluso Abderramán se erigió en árbitro de las disputas internas de los reinos cristianos, convertidos en tributarios suyos desde el 960.
Pacificado el interior y aseguradas las fronteras, el califato vivió una época de tolerancia religiosa y de grandes construcciones (como las de Medina Azahara). El prestigio exterior del califato de Córdoba se tradujo en el establecimiento de relaciones con los emperadores germánico y bizantino y con los reyes de Inglaterra, Francia e Italia.
La Crónica Anónima y otras fuentes árabes nos dicen que tuvo once hijos varones y dieciséis hijas. Pero también era sabido que gustaba de los harenes masculinos y consta que los hispanoárabes  preferían como compañeros sexuales a los cristianos y cristianas esclavos antes que a las mujeres o efebos de su propia cultura, lo que provocaba la enemistad y continuas hostilidades de los reinos cristianos.

Es conocido el martirio al niño cristiano Pelayo por resistirse a los deseos de Abderramán III, primer califa omeya de Córdoba, hecho por el que fue posteriormente santificado.

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