Tumba de Juan II de Castilla. Cartuja de Miraflores, Burgos. |
Otro homosexual de estirpe real fue Juan II de Castilla. Parece que la relación con su ayo y protector Álvaro de Luna pudo ser carnal, como
sospechaba Marañón. Don Álvaro, que era conocido por su
buen porte, llegó a tener tanta influencia sobre el rey que fue nombrado
condestable de Castilla en 1422 a pesar de la oposición de la nobleza. La
relación con don Álvaro se fue
enfriando por presiones de la familia y la nobleza, hasta que en 1453 firmó su
sentencia de muerte. La homosexualidad del rey parece que era conocida, ya que
los nobles alzados lo llamaban «puto»,
sinónimo de sodomita.
A mediados del siglo XIV la Península
Ibérica había dejado de ser algo parecido a un puzzle de pequeños reinos,
para quedar reducida a cuatro reinos cristianos, Castilla, Aragón, Navarra y
Portugal, y uno musulmán: la Granada islámica. La Casa de Trastámara se instala en Castilla con Enrique II.
Juan II de
Castilla es
bisnieto de este Enrique II y padre
de Isabel la Católica. Hechas las
aclaraciones de ascendencia y descendencia vamos al meollo.
Sin duda, Juan II y su
valido Álvaro de Luna formaron la
pareja masculina de amantes más famosa de todo el medievo hispano. La ejecución
de Don Álvaro, urdida por Isabel de Portugal, esposa del monarca
y madre de la que llegaría a ser Isabel
la Católica, se interpreta a la luz de los siglos venideros, como un
episodio simbólico de represión contra la sodomía. Acusar a alguien de sodomita
era una de las mejores maneras de quitárselo de en medio.
Que Juan II de Castilla
y su valido Álvaro de Luna tuvieron
una relación que traspasó la línea de la política, adentrándose en lo
sentimental, es algo que ya adivinara Gregorio
Marañón en su Ensayo biológico
sobre Enrique IV de Castilla,
escrito en 1930. Por encima de todo ello, Álvaro
fue un personaje clave en los episodios históricos que tuvieron lugar durante
el siglo XV, en los albores de un tiempo que anunciaba la construcción de
España como nación.
El dolor y el arrepentimiento por haber firmado la sentencia que
acabó con la vida de Álvaro de Luna
precipitaron el final de Juan II,
quien un año después murió para reunirse con su adorado valido, amigo, maestro
y también amante. Poco antes había llegado a decir:
"Naciera yo hijo de un labrador e fuera fraile del abrojo,
que no rey de Castilla".
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