martes, 27 de mayo de 2014

San Agustín. Un santo en el "armario".

San Agustín por Philippe de Champaigne
S. XVII
San Agustín es consi-derado uno de los grandes padres de la Iglesia Católica, un pensador que cambió el curso de la civilización occi-dental. Esbozó los conceptos de pecado, perversión y la relación entre lo bueno y lo malo que han impregnado tanto nuestra manera de pensar que resulta imposible concebir nuestro mundo sin ellos.
No resulta exagerado afirmar que San Agustín es responsable en gran medida de nuestra sensación del yo subjetivo.
También ha influido en la introducción de una vena ascética en el cristianismo que llegaría a tener consecuencias de largo alcance. Partiendo de las enseñanzas de San Pablo, San Agustín condenó la mayoría de los actos sexuales, incluso los que llevaban a cabo las parejas heterosexuales casadas.
Para él, el único acto sexual moral era el que tenía por fin la procreación, e incluso así era desagradable. Escribió en sus Soliloquios que “nada degrada más el espíritu masculino que la atracción de las mujeres y el contacto con el cuerpo”. Evidentemente, también estaba prohibida la homosexualidad. Le desagradaban particularmente los hombres que permitían que se usaran sus cuerpos “como si fuesen femeninos”; al respecto, escribió en Contra Mendacium que “el cuerpo de un hombre es tan superior al de una mujer como el alma lo es al cuerpo”. Nadie impulsó como él los prolongados esfuerzos del cristianismo por suprimir cualquier manifestación física de amor, salvo aquellas destinadas a concebir hijos.
Sin duda, San Agustín disfrutó de los placeres de la carne, tanto masculina como femenina, y que probablemente en esto no fue demasiado diferente de tantos ciudadanos de los últimos tiempos del imperio romano que no reconocían la distinción que hacemos actualmente entre homosexuales y heterosexuales.
Posteriormente, su desprecio por esos actos juveniles ha tenido y sigue teniendo importantes consecuencias para nuestra época.
San Agustín (354-430). De niño, no fue bautizado ni recibió ninguna formación cristiana; a los 11 años fue enviado a la escuela en Madaura, un centro de cultura y aprendizaje pagano.
Regresó a su hogar en el 369 y en el 370 se trasladó a Cartago, donde conoció y disfrutó de los placeres de la carne, incluida la homosexualidad.
"Cuando llegué a Cartago, a mi alrededor bullía un caldero de amores ilícitos. Yo nunca había amado y estaba ansioso por amar. ( ... ) Me parecía dulce amar y ser amado, y mucho más si podía disfrutar del cuerpo de la persona amada. De modo que contaminé el agua primaveral de la amistad con la suciedad de la concupiscencia. Enlodé su limpia corriente con el infierno de la lujuria y, a pesar de ser impuro e inmoral, con mi exceso de vanidad solía comportarme como un hombre de mundo que frecuenta los lugares elegantes que están de moda. Me zambullí de cabeza en el amor, ya que anhelaba que me atrapase". (Confesiones, San Agustín)

Se convirtió al Maniqueísmo, una mezcla del cristianismo con otras religiones orientales que hablaba del dualismo entre el bien y el mal, la transmigración de las almas y la posibilidad de la salvación, y que, entre otras cosas condenaba los placeres sexuales.
Durante esta época, San Agustín reanudó su amistad con un joven cristiano que conocía desde la infancia. La relación, que apenas duró un año, fue "lo más dulce que experimenté en toda mi vida (...) fue arrebatado a mi locura para poder ser preservado contigo para mi consuelo. Pocos días después, estando yo ausente, regresaron las fiebres y falleció".
San Agustín quedó desolado. "Todo lo que había compartido con él, sin él quedaba reducido a un tormento cruel. (...) Me sorprendía que siguieran vivos otros mortales puesto que había muerto aquel a quien yo había amado como si no fuera a morir jamás. Y me sorprendió aún más el hecho de que mientras él estaba muerto yo estuviera vivo, porque él era mi "otro yo". Ya lo había dicho alguien refiriéndose a su amigo: que "era la mitad de mi alma". Había llegado a sentir que mi alma y la suya eran "una sola alma dentro de dos cuerpos". De modo que mi vida se convirtió en un horror. No quería vivir solo con la mitad de mí mismo, y tal vez el motivo por el cual le temía tanto a la muerte era que entonces habría muerto la totalidad de mi amado amigo."

Entre los años 374 y 383, dirigió una escuela de retórica en Cartago; después se trasladó a Roma, donde siguió enseñando retórica. Bajo la influencia de San Ambrosio, acabó rechazando las doctrinas maniqueas. Un domingo de Pascua, el 25 de abril del 387, San Agustín y su hijo Adeodato fueron bautizados en el cristianismo.

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