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El sueño. Miguel Ángel. |
Miguel Ángel Buonarroti intentaba ocultar su homosexualidad bajo las
teorías neoplatónicas del amor, y hacía grandes esfuerzos para obtener un
equilibrio emotivo que pocas veces logró.
Su
inclinación natural por la materia, por las formas físicas -era por encima de
cualquier cosa, un escultor de cuerpos-, unida a su fascinación por todo lo
joven y vigoroso, emblemas de la belleza clásica, lo llevaron a decantarse por
la belleza humana y el amor más sensual hasta muy avanzada su vida. Esta
conflictividad enriquecedora con la que el artista vivió su deseo carnal,
también afloró en el enfrentamiento con una supuesta homosexualidad.
El artista
mantuvo relación con diversos jóvenes, como Cecchino dei Bracci, por el que sentía un gran afecto. Cuando en
1543, Bracci falleció, Miguel Ángel le diseñó la tumba, en la
iglesia de Santa María in Aracoeli de Roma, y encargó que la realizase su discípulo
Urbino. También Giovanni da Pistoia,
joven y bello literato, fue durante un tiempo íntimo amigo, y algunos
estudiosos plantean que mantuviera una relación amorosa con Miguel Ángel en la época que empezó a
pintar la bóveda de la Capilla Sixtina; esta relación queda
reflejada en unos sonetos muy apasionados que Giovanni le dedicó.
Otro gran
amor de Miguel Ángel fue el modelo Febo di Poggio, joven muy codiciado en
aquel entonces no sólo por los artistas por su extremada belleza y sensualidad.
La relación amorosa entre Buonarroti y
Poggio fue tormentosa, pues el joven
le era infiel, y el artista derrochó gran fortuna en el joven tratando de
mantenerlo a su lado, sin embargo este idilio o fatal amor duro solamente dos
años cuando Miguel Ángel cansado de
sus infidelidades lo dejo por completo.
Otros
amantes de Miguel Ángel pudieron
haber sido su siervo y constante compañero Francesco
Urbino; Bartolommeo Bettini, a
quien le entregó un dibujo de Venus
y Cupido; y Quaratesi Andrea, un joven de 18 años de edad, con cuya familia
vivió durante varios años. Existen pruebas epistolares que demuestran que Andrea por su parte estaba enamorado de
Miguel Ángel, e incluso expresó su
deseo de "andar a gatas"
para encontrarse con el artista una noche en 1532. En la parte trasera de una
carta a Andrea, Miguel Ángel escribe de sí mismo ser disparado por las flechas de Cupido.
Otro tórrido
romance de Miguel Ángel lo
protagonizó con otro de sus modelos, el guapo joven Gherardo
Perini que vino a trabajar con Miguel
Ángel en torno a 1520, su amor floreció entre los años 1522-1525, y duró
hasta mediados de la década de 1530. Con Perini,
Miguel Ángel fue feliz por un tiempo pero el joven empezó
a escapársele en las noches y esto fue motivo de angustias para él.
Miguel Ángel en 1532 comenzó a cortejar a Tommaso
Cavalieri, que era un joven noble de 17 años y por el cual quedó prendado
de su extraordinaria belleza y de sus refinadas maneras. Su relación amorosa
quedó a la posteridad en los sonetos que Miguel
Ángel le escribió al joven y en sus tórridas cartas que se escribieron y
que muchos estudiosos y eruditos las han catalogado como un apasionado amor
platónico.
En el
invierno de 1532, Miguel Ángel, con
57 años, viajó de nuevo a Roma llamado por el papa Clemente VII, que le encargó la ejecución de los frescos de las
paredes frontales de la Capilla Sixtina representando el
Juicio Final. Fue en ese entonces cuando conoció a Tommaso Cavalieri, y de inmediato se enamoró de él. Miguel Ángel lo amó con toda pasión, «infinitamente más que a ningún otro», según
escribió el historiador Vasari.