La placa de Gönnersdorf conocida como "Las bailarinas", grabada hace 12.000 años, muestra dos mujeres en actitud cariñosa. |
Tras más de un siglo de mojigatería, una
exposición en la cuna de la paleoantropología española, los yacimientos de
Atapuerca, saca del armario los indicios que sugieren que el sexo homosexual
era habitual en el Paleolítico. Las pruebas parecen consistentes. Un grabado en
una placa de piedra de la cueva francesa de La Marche muestra lo que parece una
mujer dedicada a hacerle un cunnilingus a otra. En otra piedra caliza del
abrigo rupestre de Laussel, en Dordoña, alguien talló hace unos 27.000 años a
dos mujeres con las piernas entrelazadas, en la postura conocida como la
tijera. Y en Gönnersdorf, un yacimiento alemán en la orilla del Rin, decenas de
placas muestran parejas de mujeres. Una de ellas, de 12.000 años y bautizada
las bailarinas, muestra dos hembras frotando sus pechos en actitud cariñosa. Y
también hay un coito anal entre dos hombres en La Marche.
Sin embargo, el estudio de la prehistoria
está sometido a un dogma desde el siglo XIX: la sexualidad de los mal llamados
hombres y mujeres de las cavernas sólo estaba orientada a la reproducción. El
lesbianismo y la homosexualidad masculina son tabú. El estudio de la
prehistoria ha sido, en cierto modo, homófobo. "Apenas hay estudios y en los congresos no se habla de la
sexualidad en el Paleolítico. Pero los primeros Homo sapiens que llegaron a
Europa eran anatómica y cerebralmente iguales a nosotros, les gustaba lo
mismo", explica Marcos García
Díez, coordinador de las cuevas prehistóricas de Cantabria para el Gobierno
autonómico y uno de los comisarios de la exposición.
La muestra, llamada Sexo en piedra, airea el kamasutra paleolítico: sexo con animales,
tríos, consoladores, voyeurismo, masturbación, sexo oral. Y, por fin de manera
abierta, relaciones homosexuales. "Podríamos
hablar de una homofobia hasta ahora, pero no me atrevo a entrar ahí",
admite García Díez. "Si lo vinculamos a la etnografía, y
miramos los grupos primitivos actuales, la homosexualidad existe, por supuesto.
Y en el Paleolítico también existía, pero no se ha estudiado por una cuestión
de mentalidad, porque llevamos siglos con la idea de la familia en la cabeza.
Yo creo que dentro de 10 o 15 años se hablará de ello con naturalidad",
vaticina el prehistoriador.
El padrino de la muestra es uno de los
codirectores de los yacimientos burgaleses, Eudald Carbonell. "Me
sorprende el silencio que rodea a la homosexualidad en el Paleolítico. Imagino
que hay que atribuirlo a la cultura dominante, que es la judeocristiana",
opina.
Eudald
Carbonell,
paleoantropólogo y codirector de los
yacimientos de Atapuerca ha publicado El sexo social (editorial Now Books), un libro en el que analiza el papel del sexo
en la evolución del ser humano. "En
los mamíferos y, en concreto, en los primates, se da la homosexualidad. Y
nosotros hemos heredado toda la variabilidad del comportamiento sexual del
género Homo", expone Carbonell,
director del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social. "No conozco ningún equipo científico en
el mundo que trabaje de manera específica en la sexualidad en el Paleolítico. Y
es muy extraño, porque el sexo es fundamental en el comportamiento del Homo
sapiens", lamenta.
Los dos comisarios de la exposición, García Díez y el urólogo Javier Angulo, del hospital
Universitario de Getafe, escribieron un libro en 2005 con el mismo título que
la muestra, Sexo en piedra. En sus páginas destacaba un bastón tallado hace
13.000 años en un asta de reno en la cueva francesa de Gorge d'Enfer. Posee una
curiosa coronación: dos penes. Y hay muchas más piezas con morfología fálica en
otros yacimientos franceses y cantábricos. Su función es un enigma. "Son todo hipótesis", explica Angulo. En un artículo publicado en
2006 en la revista Actas urológicas
españolas, ambos autores comentaban que "de
ningún modo todos los bastones de mando pueden ser interpretados exclusivamente
como soportes para la masturbación femenina o para la práctica de sexo anal
pero, por el contrario, se debe aceptar que la forma de alguno de ellos
permitiría su uso en este tipo de prácticas sexuales".
Doble falo de Gorge d'Enfer |
El doble falo de Gorge d'Enfer mide 9,5
centímetros de ancho y 11,5 de alto, si se observa como si fuera una L. Si se
confirmara que se utilizó como juguete sexual para dos mujeres, sería otra
patada a la interpretación clásica y rancia de la sexualidad en el Paleolítico.
Sin embargo, es imposible demostrarlo.
"Hablar
de un doble dildo quizá sea rizar el rizo, aunque en el Museo Nacional de
Prehistoria de Francia, en Dordoña, hay una colección de falos de entre 20 y 30
centímetros que sólo pudieron emplearse como decoración o como
consolador", interpreta Angulo.
Este médico especializado en prehistoria
subraya que los arqueólogos son "demasiado
descriptivos a veces". Y pone un ejemplo muy ilustrativo: "Dicen que en un dibujo aparece un pene
con una mano al lado y que salen rayas del glande. Y no interpretan nada más.
Pues yo ahí veo una masturbación".
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